La Palma es una isla joven, cuyo perfil no ha podido derribar el tiempo. Su costa es agreste, acantilada, propia de una fortaleza que arranca en las entrañas del Atlántico, cuatro mil metros por debajo de la superficie. En una grandiosa oquedad natural, en un espacio ganado metro a metro al risco, los tijaraferos han logrado construir uno de sus núcleos más emblemáticos. Ninguna descripción podría hacer justicia a su original arquitectura, que provoca el asombro inmediato de los visitantes. Tiene gran relevancia histórica, ya que el también llamado Prois es uno de esos embarcaderos típicos del norte de la isla, que hasta la expansión de las carreteras formaban la columna vertebral del comercio. Destacaremos por último que es uno de los pocos enclaves del litoral donde pueden fondearse embarcaciones de pesca de pequeño calado, así como una animada zona de veraneo.
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