Cuenta una antigua leyenda, transmitida de generación en generación, que la Virgen de Candelaria había sido embarcada hacia Puntagorda. Sin embargo, el barco que la transportaba tuvo que refugiarse en el Porís, el principal fondeadero de la costa de Tijarafe. Por alguna extraña razón, cada vez que los marineros intentaban reanudar el viaje, nunca conseguían hacerlo. Después de muchas tentativas, se dieron cuenta de que la Virgen quería quedarse, así que la trasladaron tierra adentro y la colocaron en la cueva que hoy lleva su nombre. En este lugar siguió refugiada durante un tiempo, hasta que los vecinos edificaron la primera ermita.