Semana Santa de Tijarafe. La Aleluya

La Semana Santa de Tijarafe conserva elementos arraigados desde hace más de 450 años, como la elaboración del Monumento el Jueves Santo. El Viernes Santo se desarrolla la ceremonia del Descendimiento, con la imagen articulada de Cristo Yacente, en la que el pueblo y la Virgen actúan como testigos del desclavamiento y entierro de Jesús. Las procesiones del Santo Entierro y del retiro, en sobrecogedor silencio, muestran con todo simbolismo el dolor por la muerte de Cristo.

El Sábado Santo es la antítesis del recogimiento del Viernes. A mediados del siglo XIX se menciona en los papeles del archivo parroquial una costumbre denominada “batir pendones”. Es la única referencia posible al origen de la Aleluya, un acto de fe singular que cubre el templo de pétalos de flores. La iglesia permanece a oscuras hasta el momento del Gloria en el que, con gran estruendo de la caja de guerra y de todas las campanas del templo, entra un grupo de personas corriendo y tirando flores. El velo que tapa el presbiterio se abre y aparece el Cristo Resucitado mientras se encienden todas las luces. La comitiva recorre cada uno de los pasillos del templo, sube al púlpito y al coro, franquea toda puerta que esté cerrada, especialmente las tres exteriores. Este gesto era tradicionalmente importante pues se decía que las puertas de la iglesia representaban las puertas del Cielo que se abrían para recibir las almas de los justos.

Al día siguiente, la procesión del Encuentro entre Cristo Resucitado y la Virgen representa el momento en el que los discípulos se encontraban con Jesús resucitado. San Juan, por ser más joven, corrió a darle la noticia a la Virgen (corriendo vuelven los jóvenes porteadores de la imagen calle adelante). Rompiendo el silencio en el que se había desarrollado la procesión (comprometido un poco por la hilaridad general ante la carrera de San Juan), la Dolorosa se acerca calle adelante hasta donde se encuentra el Resucitado, envuelta en los recios compases de la caja de guerra y el estallido de las campanas; y al hacer la tercera venia, se le retira el puñal que le traspasaba el corazón.